El subtítulo del artículo rezaba:
“aún demonizado por la sociedad, el egoísmo es necesario”. Esto me pareció
provocador y buceando en su lectura encontré la explicación.
Nos cuenta
reconocer, dice el artículo, que “todo lo hacemos por nosotros mismos” y, sin embargo, señala
Vilaseca “necesitamos pensar en nosotros mismos para sobrevivir física y
emocionalmente”.
Ahora bien, hay distintas formas de egoísmo. Él distingue tres.
Los egoístas egocéntricos son incapaces de
sentir empatía por las personas con las que se relacionan, dice Vilaseca. Sólo
les mueve su propio y voraz interés. Este egoísmo no les hace crecer como
personas y ni tampoco les ayuda a promover relaciones saludables. Los egoístas
egocéntricos están desconectados de su esencia, a disgusto consigo mismos y
“patológicamente” insatisfechos. Nada es suficiente para calmar la sed y el hambre de su ego.
La esencia, la
plenitud, la satisfacción, el sosiego interior que siente el bebé, todo eso lo perdemos
cuando se forja nuestro carácter. Parece que hay un momento en nuestra infancia
en el que buscando el amor que necesitamos, decidimos, de forma inconsciente,
actuar de determinada manera en la vida y construirnos una máscara. Esa
máscara, el ego, el personaje que decidimos interpretar nos desconecta de nuestras
necesidades más íntimas.
Desarrollar un
egoísmo consciente e iniciar un
proceso de autoconocimiento puede ayudarnos a reconectar. Ésta es la segunda
forma de egoísmo que identifica Vilaseca. Mi experiencia en el SAT I fue
precisamente ésa, la de un viaje de huida hacia adelante para dejar atrás la
zona de confort y adentrarme en mí misma. Un viaje de auto-conocimiento y de
descubrimiento de mi carácter. No es casual que las siglas del Programa SAT, la Escuela de Desarrollo
Personal concebida por Claudio Naranjo, respondan a la expresión “The seekers
of truth”, los buscadores de la verdad.
Porque sólo
cuando logramos conectar con nuestras necesidades, con nuestro ser verdadero, con
nuestra esencia, estamos en el camino de liberarnos del yugo del egocentrismo, de ese automatismo que secuestra nuestro corazón y nuestro pensamiento y somos
capaces de hallar cierto solaz en nuestra existencia, como si ese insoportable vacío
interior se encogiera un poco. Entonces nos reconocemos el derecho a pedir y a concedernos
lo que necesitamos. Mejora nuestro auto-concepto, confiamos más en nosotros
mismos y en nuestras posibilidades. Esa toma de conciencia nos permite crecer y
conducirnos hacia lo que Vilaseca denomina el egoísmo altruista. La cara más productiva del egoísmo.
De acuerdo con
Vilaseca, “los seres humanos tenemos la capacidad de poner nuestro interés al
servicio del bien común de la sociedad. Es decir, hacer un bien al mundo y que,
como resultado, eso nos haga bien, algo que puede ser tanto emocional como una
recompensa económica”. Para Vilaseca, “el altruismo no es un acto moral. No lo
hacemos porque tengamos que hacerlo. Y no tiene nada que ver con la caridad.
Tampoco lo hacemos para ser buenas personas. Somos altruistas simplemente porque hacer algo bueno nos hace sentir
bien”.
En Rivas Lab
hay muchos egoístas altruistas. Rivas Lab es un Laboratorio. Un entorno de
experimentación abierto cuyo objetivo es tejer redes de colaboración que sirvan,
a su vez, de substrato para generar proyectos emprendedores y para la mejora la
empleabilidad de sus integrantes.
Las personas
que participan son ciudadanos, “ciudadanos económicos” que tienen un interés muy claro:
encontrar empleo, crear una empresa, encontrar socios, ideas, etc. Me gusta la
idea del ciudadano económico, vinculada a la de ciudadano emprendedor, término
que utilizó Adela Cortina en el “opening inspirador” del viernes pasado en el
Zinc Shower (Madrid) y que llevaba por título “Ética y emprendimiento para
construir ciudadanía“.
Frente al
vasallaje en el que nos hemos situado muchos ciudadanos y que, en parte, nos ha
conducido a esta salvaje crisis política, ética, económica, etc., necesitamos
asumir mayor responsabilidad en relación con nuestro entorno y hacernos más
cargo de lo que nos atañe y de las cosas que queremos cambiar. Necesitamos ciudadanos
proactivos que quieran ganarle el pulso a su futuro.
En Rivas Lab
las personas ponen su talento y sus recursos personales y materiales al
servicio del grupo. Y no lo hacen por
caridad y ni por querer ser buenas personas, aunque estoy convencida de que lo son, sino
porque les produce bienestar.
Hace dos martes, Mariana Ferrari, participando desde Miami y tras recibir un caluroso aplauso por su intervención, comentó “se lo agradezco pero si ustedes supieran todo lo que me han ayudado a mí”. Y es que, como dice Anthony de Mello, “El amor beneficia más al que ama que al que es amado”.
Hace dos martes, Mariana Ferrari, participando desde Miami y tras recibir un caluroso aplauso por su intervención, comentó “se lo agradezco pero si ustedes supieran todo lo que me han ayudado a mí”. Y es que, como dice Anthony de Mello, “El amor beneficia más al que ama que al que es amado”.
Hay que vivir
la experiencia de cooperar y colaborar con y para las personas. El CO es adictivo. Provoca
una energía que te empodera, que te inspira y te motiva y por eso me apasiona mi trabajo.
Desde aquí mi agradecimiento a tod@s l@s co-labers. A tod@s vosotros quiero haceros un regalo: un vídeo muy breve de Claudio Naranjo sobre el sentido de la vida.
Desde aquí mi agradecimiento a tod@s l@s co-labers. A tod@s vosotros quiero haceros un regalo: un vídeo muy breve de Claudio Naranjo sobre el sentido de la vida.
El martes que
viene nos vemos en el Lab!!
Estupendos aportes, Ana. Un placer leerte, como siempre.
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